En la lectura de las cartas personales, nos enteramos de su soledad y de la avidez por recibir noticias y dialogar a la distancia con sus amigos salteños:
“Ayer a las 6 a.m. iba en viaje al Salado –punto intermediario entre Resistencia y aquí- a buscar diarios y hallé a mitad del camino un carro vecino que me traía el bultito. De modo que me bajé del caballo y me senté a la vera del camino y del monte a leer las cartas. La mañana era espléndida, y la cosa tenía su suave bucolismo.”
También de ellas se desprende claramente que su experiencia no es sólo mercantilista -como afirma en carta del 5 de diciembre de 1904: “Como ves, nada de literatura colonial, antes bien el pequeño y vil comercio.”-, sino que sus referencias a la lectura, a los autores, el diálogo con sus amigos escritores, en fin, la remisión permanente a la literatura y al mundo literario, hace que “leamos” también su experiencia chaqueña, literariamente, como una historia de pioneros, de aventuras fronterizas, y, por momentos, robinsoniana. Quiroga comenzará a tramar, en la literatura que está naciendo y en la que escribirá en el futuro, la vida y la literatura. Su obra literaria tendrá esta marca, y hará sus cuentos perfectos, verosímiles, vitalistas, pero también su imagen pública llevará el signo de escritor en los bordes, fronterizo (en varios sentidos). Y en muchas ocasiones, la lectura de su obra literaria será clausurada, sellada, por el afán de interpretarla en vinculación con los aspectos trágicos de su vida y no por su invención literaria, fascinante y original.
Prof. Alejandra Liñán
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