domingo, 11 de octubre de 2009

PUBLICACIONES DE LA EXPOSICIÓN


"Veía la monótona llanura del Chaco, con sus alternativas de campo y monte, monte y campo, sin más color que el crema del pasto y el negro del monte."

"La insolación", Horacio Quiroga



Cuentos de la llanura y del monte chaqueños de Horacio Quiroga
Compiladores: Aledo Luis Meloni y Alejandra Liñán
Con prólogos de:
Francisco Romero (Presidente del Instituto de Cultura del Chaco)
Aledo Luis Meloni
Alejandra Liñán
Leonardo Garet (Director del Museo Casa de Horacio Quiroga en Salto, Uruguay)
Editado por el Instituto de Cultura, febrero de 2008.

HORACIO QUIROGA EN SALADITO 1904-1905


Horacio Quiroga en su rancho, en el Chaco. Tenía por entonces 24 años.
Resistencia, era una joven y pujante ciudad (creada como Colonia en el mismo año en que nació el escritor, 1878). A unos 30 km al sur, cerca del Arroyo Saladito, Quiroga hacía su primera experiencia de "vida brava". Emprendía una aventura imposible: hacer fortuna con el algodón. De ese sueño, resulta una transformación radical en el estilo de su prosa.

El poeta Aledo Luis Meloni, en el prólogo del libro Cuentos de la llanura y del monte chaqueños, lo comenta del siguiente modo:

Quiroga trajo al Chaco, además de la barba entera que se haría luego popular y el estómago arruinado, una ilusión desmesurada y el resto de la herencia paterna, unos siete mil pesos.

Traía también cierto conocimiento de la selva del nordeste adquirido en la excursión que había llevado a cabo un año antes, en función de fotógrafo, junto a Leopoldo Lugones, cuando éste fue comisionado por el gobierno nacional para estudiar las ruinas jesuíticas de San Ignacio, en Misiones. Dispuesto a iniciar el cultivo de algodón, compra un campo «ubicado a siete leguas al suroeste de Resistencia, a orillas del Saladito, en una soledad tal que dos leguas lo separaban del vecino más cercano. Por toda guarida, no tenía más que un pequeño galpón».

El explicaría luego en una carta, parte de sus primeras jornadas de trabajo en su posesión chaqueña: «Me levantaba tan temprano, que después de dormir en el galpón, hacerme el café, caminar leguas hasta mi futura plantación, donde comenzaba a levantar mi rancho, al llegar allá recién comenzaba a aclarar. Comía allí mismo arroz con charque (nunca otra cosa) que ponía a hervir al llegar y retiraba a mediodía del fuego. El fondo de la olla tenía un dedo de pegote quemado. De noche otra vez en el galpón, el mismo matete».

De su experiencia algodonera sólo sabemos que fue un fracaso total. No podía ser de otra manera. Y esto posiblemente haya sido una suerte para las letras; si la cosecha hubiera enriquecido al improvisado agricultor, quien nos asegura que a causa de la prosperidad, consecuencia del éxito, el escritor que había en él no hubiera corrido el riesgo de sucumbir para siempre absorbido por el hombre de negocios.


EXPOSICIÓN Horacio Quiroga en el Chaco. Fotografías, cartas y literatura


Horacio Quiroga en el Chaco; fotografías, cartas y literatura vincula fotografías incluidas en la valiosa colección que perteneciera a la Biblioteca del Ex-Banco del Chaco, actualmente patrimonio de la Biblioteca del Instituto de Cultura de la Provincia del Chaco, con la correspondencia escrita por Quiroga desde Resistencia y Saladito y la obra literaria, especialmente la producida durante su residencia chaqueña y con posterioridad. Desde 2007, cuando el Área Literaria de la entonces Subsecretaría de Cultura organizara la primera muestra -en el Museo del Hombre Chaqueño "Prof. Ertivio Acosta" de Resistencia-, se ha estado investigando y relevando documentos para obtener información específica y relacionar adecuadamente los materiales presentados.
Dos álbumes de fotografías que recorren toda la vida de Horacio Quiroga, libros encuadernados por él mismo que pertenecieron a su biblioteca particular, un ejemplar de la primera edición de Los arrecifes de coral (de 1901), ediciones de sus obras de diferentes épocas y una recopilación de numerosos artículos y notas periodísticas relativos al gran cuentista, habían sido coleccionados por Ítalo Mazzanti y adquiridos por Seferino Geraldi para la Biblioteca ya mencionada. A este patrimonio chaqueño de indudable valor e interés cultural, se agregan las cartas que Quiroga escribiera desde el Chaco a su amigo salteño José María Fernández Saldaña. Esta correspondencia se conserva en el Archivo Literario de la Biblioteca Nacional en Montevideo, Uruguay, y se han obtenido copias digitalizadas, especialmente para esta exhibición.
El poeta Aledo Luis Meloni –conocedor como pocos de la vida y la obra de Horacio Quiroga- proporcionó datos únicos a la búsqueda de información sobre hechos ocurridos hace ya tiempo y sobre la actuación destacada de los gestores culturales que legaron este patrimonio. Él mismo había reunido su propia colección de libros y documentos, los que generosamente aportó a la exposición. Además, facilitó copias de sus bellos y sinceros poemas tributados a Quiroga.
La profesora Alejandra Liñán -lectora apasionada de Quiroga y conocedora de sus derroteros chaqueños y misioneros- asesoró el montaje de la Exposición y colabora en forma permanente con la Dirección Letras en la difusión y enriquecimiento del acervo, dictando seminarios y talleres destinados a docentes y bibliotecarios. Ha sido artífice junto con el poeta Meloni de la selección y la edición de Cuentos de la llanura y del monte chaqueños, los cuentos de ambiente chaqueño que el Instituto de Cultura ha publicado en febrero de 2008.
El Arq. Daniel Fischer es el montajista y diseñador de la exposición desde que se iniciara la misma, primero como muestra, en 2007. En febrero de 2008, fue el responsable -junto con la profesora Alejandra Liñán- de la selección de los libros y las fotografías que serían expuestos. Diseñó una estructura de paneles, atriles y mesas fácilmente adaptable a espacios diversos, pensada con el propósito de poner en valor el acervo, facilitar el acceso inteligente y didáctico a la colección y transformar la exposición en un dispositivo de lectura muy dinámico, rico en información y, a la vez, atractivo. Desde entonces, cientos de estudiantes, docentes, bibliotecarios y público en general de Resistencia, Puerto Tirol, Villa Ángela y localidades vecinas han tenido la posibilidad de conocer un poco más de la vida y de la literatura del gran escritor y la circunstancia particularmente interesante de sus peripecias en el Chaco.

TRAS LAS HUELLAS DE LA EXPERIENCIA CHAQUEÑA DE HORACIO QUIROGA

Mi primer acercamiento al material que integra la muestra se produjo en el año 2006, cuando colaboraba en el Área Literaria de la Subsecretaría de Cultura. La profesora Chiquita Mac Donald resguardaba –a la espera de su ubicación en un sitio apropiado- un extraordinario conjunto de materiales relativos a la vida y obra de Horacio Quiroga, todos vinculados en forma directa o indirecta a la cultura chaqueña. Dos álbumes de fotografías de Horacio Quiroga -muchas de su residencia en Chaco y, la mayoría, en Misiones, además de retratos tomados en diversos momentos de su vida-, junto a diapositivas, viejas ediciones de sus obras literarias, biografías y ensayos de académicos y escritores, y dos libros encuadernados por nuestro autor, integran la colección que perteneció a la Biblioteca del Banco del Chaco y que fuera reunida por Seferino Amelio Geraldi.
El impacto profundo que me provocaron las fotografías –muchas de ellas vistas tantas veces en historias de la literatura y en ediciones de las obras del uruguayo- se unió a una admiración y lectura apasionada de sus textos en distintas etapas de mi vida y a la profunda huella que dejaron hace ya tiempo los ensayos y biografías de Emir Rodríguez Monegal y de Noé Jitrik.
Esta vívida impresión fue acrecentándose al tener el contacto directo con primeras ediciones y viejos artículos periodísticos, y me transportó a sentir la alucinante presencia del uruguayo cuando tomé entre las manos un ejemplar de Zola –en francés- encuadernado por el mismo Horacio.
Todo ese testimonio de la estancia y la permanencia en la lectura y las búsquedas de sus seguidores en el Chaco, unido a lo leído en las cartas escritas desde aquí, me llevó a la convicción de que era muy importante investigar sobre las lecturas de ese período en su vida, además de rastrear la influencia profunda que pudo tener en su obra (así opinan también otros críticos).
Jorge Lafforgue y Pablo Rocca realizaron la edición de Diario y correspondencia, publicada en el quinto y último volumen de las Obras de Horacio Quiroga (Losada, 2007). El volumen reúne por primera vez más de 350 cartas enviadas a unas veinte personas entre 1902 y 1937. Es allí donde encontramos la correspondencia dirigida a sus amigos salteños, Alberto Brignole y José María Fernández Saldaña (Maitland), entre las que se encuentran las escritas durante su residencia en el Chaco (1904-1905)1. También nos enteramos de la conservación de gran parte de las cartas en el Archivo Literario de la Biblioteca Nacional en Montevideo, Uruguay, de donde obtuvimos las copias digitalizadas de las remitidas desde Resistencia y Saladito.

Prof. Alejandra Liñán

CARTA DESDE URUGUAY al Equipo Técnico del Área Literaria de la entonces Subsecretaría de Cultura de la Provincia del Chaco

Montevideo, Octubre 3 de 2007

Estimadas literatas:

La verdad es que no esperaba tener la oportunidad de escribir una historia a partir de una experiencia que debería ser tan sencilla, tediosa y rutinaria como lo es el solicitar algunos documentos a una oficina pública, organización del Estado; pero dadas las vicisitudes pasadas me he atrevido a otorgarles algo de mi tiempo, de manera de que puedan apreciar más el material que les estaré enviando el próximo Martes 9 de Octubre del corriente.

A pedido vuestro, gestioné una entrevista con la Lic. Virginia Fridma, integrante del Archivo Literario de la Biblioteca Nacional de la República Oriental del Uruguay, la que se sucedió en el día de la fecha, en horas de la mañana. Sin ánimo de ilustrarles en forma muy detallada las “peripecias” en las que me vi envuelto, dado que el tiempo que les puedo dedicar es escaso, les voy a presentar un “cuadro” general de lo acaecido en tan ilustres oficinas estatales.

Arribé al edificio de la Biblioteca Nacional ya comenzadas las 11 horas, por lo que el humor de la funcionaria de “informes” era más pre prandial que otra cosa... como se podrán ustedes imaginar... luego de mi tímida consulta sobre el paradero de la tan imaginada Virginia, el timbre de voz utilizado para responderme me hizo rememorar mis tiempos entre las vacas lecheras... allá en los tambos de la zona de Santa Fe... vacas holando argentino grandes si las hay.

Repuesto del shock acústico que dicha respuesta me produjo me vi forzado a seguir por los pasillos cargados de humedad del edificio en busca de Virginia... sentí en ese momento alegría... la sensación del corredor de postas que ha sorteado la primer valla... que equivocado estaba en sentirme embargado por tal sentimiento.

Llegamos a una puerta con un marco carcomido vaya uno a saber por que especie de roedor o insecto, nos detuvimos... nos quedamos mirándola... transcurrieron los seis o siete segundos más largos que jamás sentí hasta que mi compañera de viaje se animó a tocar... casi una embestida, más fuerte que lo esperable para lograr el efecto de que los ocupantes de la habitación que se encuentra detrás se percaten de la existencia de uno tras la puerta... tales golpes hicieron que parte de la madera del marco, reducida ya a micro astillas, fueran a integrar el aire que llenaba el ambiente... Luego... otros diez segundo eternos... quizás veinte... mi ansiedad desbordaba... se abriría la puerta y dejaría ver la silueta de Virginia... la voz que veinticuatro horas antes me había dejado volar la imaginación...

La puerta efectivamente se abrió... Virginia me saludó con la mano y yo no atiné a más que cuadrarme, cual gendarme que se imagina que adelante tiene a un jefe, presentarme y a dedicar a Virginia, la cosa más lejana a mi imaginación, una sonrisa de nieto en problemas. Virginia, con la edad de mi abuela Ruth, con los lentes sostenidos ya por los pelos de la punta de la nariz, luego de escuchar que el mozalbete que tenía enfrente no era otro que el que se había anticipado el día anterior dejó salir un suspiro profundo y dijo “Horacio Quiroga, mmhh”.

Luego de tal manifestación de desaliento... ya nuevamente inmerso en la realidad, ingresé las oficinas del “Archivo Literario”... la cosa más parecida a las oficinas de la sucursal 19 de Abril del Banco República... más o menos medio millón de escritorios iguales, todos con una sola silla (para no atender a nadie) y nada más que muestras de papeles que parecían no haberse movido de ahí en los últimos quinquenios...

Virginia, ya a esta altura del camino desde la puerta se había procurado una silla más para poner frente a su escritorio, me consultó sobre los años de la correspondencia del condenado homenajeado que, a esa altura, ya se había transformado en el causante de mi desdicha... Yo respondí... 1904 y 1905... La respuesta me dejó más alicaído aún (cabe resaltar que para ese entonces ya había destinado más de cincuenta minutos a tan solidaria tarea), fue un “UH!!” corto, casi agresivo... o peor que eso... casi inquisidor, me miró detenidamente con cara de “justo hoy tenías que venir a pedir eso??” y me dejó aguardando en la silla fría en la que ya me había sentado... otros, iba a decir segundos, pero no, fueron años... centurias... casi vi transcurrir los días de felicidad de mi hija Camila... la vi teniendo familia y llevándolos a casa para jugar con el abuelo... por suerte, antes de que me jubilara de veterinario, volvió Virginia con cuatro carpetas, de no mucho grosor, por lo que me sentí reconfortado.

A partir de ahí nuestro diálogo perdió todo sentido... dejó hasta de ser un diálogo... Virginia manejaba los documentos con el más pavoroso de los descuidos y yo pretendiendo arrebatar de sus manos las cartas de Quiroga de manera de poder clasificar las fechas... el que observara la escena a la distancia podría haber escrito un libro sobre las diferencias generacionales y la historia contemporánea... o quizás solamente un ensayo sobre la estupidez de los funcionarios públicos.

Bueno... vamos a acelerar el relato... culminamos la faena... insumió un poco más de tiempo de lo que había calculado, tomando en cuenta la velocidad de Virginia y mi ansiedad, dado que faltaban tres cartas a Fernández Saldaña... esas malditas tres cartas a Maitland (sobrenombre homosexual del amigo de Horacio, no? Casi trolo para la época...) nos tomaron un poco de tiempo dado que insistía en revisar yo mismo las carpetas nuevamente y Virginia impidió tal avasallamiento, simplemente contempló los papiros nuevamente, uno por uno, con cara de “para que mierda quieren estos papeles viejos...” y luego se acomodó los lentes y me dijo “no están... o tienes mal los datos o simplemente nunca llegaron al edificio” me quedé mirándola como intentando saber si ella misma había recibido toda la correspondencia donada de Horario Quiroga... lo borre...y solamente me salió un “bueno, ahora me los llevo a escanear... tengo que dejar la cédula?”

Ahora vino lo peor. Ni siquiera atinó a responderme, solamente se dignó a escribir en una hoja los números de los documentos que habíamos separado, guardó todo en una carpeta y me dijo... ”seguime, ahora vamos a microfilmación”, lo dijo como satisfecha... como demostrando el dominio del procedimiento... como queriendo afirmar las palabras para no decirme “vos jamás te vas a llevar estos documentos”.

La seguí, cabizbajo, meditando sobre el nivel de humedad del edificio y su incidencia en las enfermedades respiratorias obstructivas crónicas que debe haber determinado en los funcionarios y usuarios frecuentes de tan cultos recintos, hasta que llegamos al subsuelo, al Departamento de Microfilmación. Un gran salón, con un mostrador improvisado con parte de una máquina, aparentemente una imprenta, que dejaba ver el torso de camisa y corbata de un flaco joven, aunque con aspecto de viejo, propietario de un sinnúmero de máquinas antiquísimas, casi a pedal.

Este personaje, recibió los documentos de manos de Virginia y acto seguido se dedicó a murmurar, mirando el reloj... uno de esos que te deja el abuelo luego de que parte a lugares donde el reloj no le sirve para un carajo... solo manecillas y números sobre una base color cepia... como rumiando el tiempo... como estaba mirando la hora, me dije fuerte a mi mismo, “una hora!”... pero no, me miró con desdén y me dijo... “más o menos $U520, el cd lo proveemos nosotros y hasta el Martes que viene imposible” recalcando el “imposible” como pretendiendo que yo vea una montaña de trabajo detrás de sus hombros... ni una sola máquina en “on” había... conciente de la inutilidad de la discusión en estos casos, no hice más que dirigirme a Contaduría, dos pisos más arriba y abonar la seña correspondiente, aproximadamente el 35% del total... pero como la comunicación, en ese recinto que no hace más que guardar expresiones de comunicación humana, es nula tuve que descender dos pisos para indicarle al impávido personaje de microfilmación el número de recibo para que pueda identificar mi “expediente” al momento de que retire el mismo. A pesar de tal nivel de burocracia infame... alejé mis pasos hacia las escaleras, ahora sí, para salir del edificio... llegue nuevamente al sol de una 18 de Julio con gran movimiento, un tránsito infernal... saqué un Nevada del bolsillo de mi camisa y lo prendí ceremoniosamente, me coloqué los lentes negros como si estuviera filmando un spot publicitario para Paco Rabane y suspire diciendo casí en un grito...”Horacio Quiroga... y la puta que te parió!!”

Sebastián Fernández (encargado de gestionar, en la Biblioteca Nacional de la República Oriental del Uruguay, las copias digitalizadas de las cartas originales que Horacio Quiroga escribiera entre 1904 y 1905 desde Saladito y Resistencia, Chaco.)

Postal exposición Horacio Quiroga en el Chaco

En 2008 la exposición fue auspiciada también por Plan LECTURA y Plan Provincial de Lectura.

LAS CARTAS CHAQUEÑAS de Horacio Quiroga

En la lectura de las cartas personales, nos enteramos de su soledad y de la avidez por recibir noticias y dialogar a la distancia con sus amigos salteños:
“Ayer a las 6 a.m. iba en viaje al Salado –punto intermediario entre Resistencia y aquí- a buscar diarios y hallé a mitad del camino un carro vecino que me traía el bultito. De modo que me bajé del caballo y me senté a la vera del camino y del monte a leer las cartas. La mañana era espléndida, y la cosa tenía su suave bucolismo.”
También de ellas se desprende claramente que su experiencia no es sólo mercantilista -como afirma en carta del 5 de diciembre de 1904: “Como ves, nada de literatura colonial, antes bien el pequeño y vil comercio.”-, sino que sus referencias a la lectura, a los autores, el diálogo con sus amigos escritores, en fin, la remisión permanente a la literatura y al mundo literario, hace que “leamos” también su experiencia chaqueña, literariamente, como una historia de pioneros, de aventuras fronterizas, y, por momentos, robinsoniana. Quiroga comenzará a tramar, en la literatura que está naciendo y en la que escribirá en el futuro, la vida y la literatura. Su obra literaria tendrá esta marca, y hará sus cuentos perfectos, verosímiles, vitalistas, pero también su imagen pública llevará el signo de escritor en los bordes, fronterizo (en varios sentidos). Y en muchas ocasiones, la lectura de su obra literaria será clausurada, sellada, por el afán de interpretarla en vinculación con los aspectos trágicos de su vida y no por su invención literaria, fascinante y original.

Prof. Alejandra Liñán

LA PRODUCCIÓN LITERARIA

He estado releyendo en una pesquisa un tanto obsesiva la obra literaria, las cartas, los artículos de Quiroga, y siguiendo las voces que en las biografías y ensayos críticos han tramado otros, escritores, académicos, periodistas, lectores. He seleccionado los textos producidos en este período vinculado al Chaco y los que tienen alguna impronta de esa experiencia.
Además de la alucinante recreación del ambiente chaqueño en el cuento "La insolación" -en el que se evidencia la maestría de la prosa quiroguiana-, he recopilado otros textos que aluden al paisaje y a los habitantes de la región.
Seis cuentos donde el ámbito chaqueño es nombrado expresamente y otros en los que, puestos a intuir por las descripciones y rasgos particulares en su prosa sugerente, podríamos afirmar que el medio geográfico también es el Chaco (citar “Los cazadores de ratas”).

Prof. Alejandra Liñán (asesora de la Exposición)